El próximo día 21 de Abril se celebrará en Ucrania la segunda vuelta electoral para elegir presidente de la República. Supongamos que la victoria decae del lado del actor y cómico Vladimir Zelensky, no del lado de Petro Poroshenko, actual mandatario.

LA ÚLTIMA MANIOBRA DE POROSHENKO EN ESTA SUCIA CAMPAÑA FUE DEBATIR CONSIGO MISMO, YA QUE ZELENSKY REHUSÓ PRESENTARSE EN EL ESTADIO OLÍMPICO DE KIEV, PORQUE TEMÍA UNA ENCERRONA.
En primer lugar, desde luego no se puede calificar a Zelensky de candidato prorruso. En la primera vuelta le votaron aquellos que no quieren otros cinco años de Poroshenko.
Además, esta “cara nueva” se ha llevado esos votos a causa de la bajísima popularidad del Führer del Chocolate. Se ha llevado muchos votos el centro y sudeste de Ucrania, de personas que quieren ver algún cambio positivo, por pequeño que sea, tras una sangrienta guerra y una corrupción a gran escala (que ha superado a la de los tiempos de Yanukovich) que han marcado la presidencia de Poroshenko.
En unas elecciones limpias, la Victoria de Zelensky sería obvia debido a lo impopular que es Poroshenko. Pero es Ucrania y no se puede descartar la posibilidad de que Poroshenko consiga los votos de la forma que lo hizo Yeltsin en 1996, que pasó del 5% a ganar fácilmente la segunda vuelta.
Aquí solo hay que sustituir la amenaza del “retorno de los comunistas” por “la venganza de Putin” (algo que ya estamos viendo) y continuar la campaña del miedo con marcado acento banderista. De hecho, las maquinaciones de Poroshenko para mantenerse en el poder, no difieren en exceso de las de la banda de Yeltsin, con el consiguiente reparto de los oligarcas y quiebra.
Hay que recordar que quien financia a Zelensky es Kolomoisky, que está directamente involucrado en la masacre de Odessa y la posterior supresión del movimiento prorruso. Kolomoisky también financió batallones punitivos en Donbass (otra forma de ganar dinero).
Así que, en realidad, la opción es entre Poroshenko y Kolomoisky. Para el sudeste, la propuesta es elegir entre dos oligarcas rusófobos, uno de los cuales tiene como cara visible a Zelensky. Es un elocuente resumen de la “revolución de la dignidad” y de “Maidán contra los oligarcas”.
El resultado es que, después de cinco años, se puede elegir entre un presidente oligarca y el títere de otro oligarca. Se suponía que Maidán no era eso, pero ¿a quién le importa?. La carne de cañón se utilizó para tomar el poder y redistribuir las posesiones. En los siguientes cinco años, millones de personas se han visto obligadas a emigrar al extranjero para trabajar o se han visto desposeídos de todo en el Donbass.
¿Llevará Zelensky una política prorrusa? Evidentemente no. Y no es solo por sus actuaciones en la “zona ATO” o por sus numerosas declaraciones.
Como sabemos por el caso del “amigo Recep”, dos países pueden pasar rápidamente de las hostilidades a ser socios. Pero Zelensky no es un actor independiente, como Erdogan, que pueda cambiar de bando rápidamente.
Es evidente que Zelensky tiene deudas con Kolomoisky y que además tendrá que seguir la política general que se ha previsto para Ucrania y que no se determina en Kiev sino en Washington.
No supone ninguna coincidencia que centros analíticos estadounidenses hayan interpretado a Zelensky, no como el “candidato prorruso” o “agente de Putin” sino como un populista asociado a un oligarca local que apela a quienes están decepcionados con Poroshenko.
De ahí las declaraciones contradictorias de los representantes oficiales del Departamento de Estado sobre el apoyo a Poroshenko, ya que Estados Unidos puede vivir sin Poroshenko (mientras mantengan el control), aunque las declaraciones de Volker indican cierta presión de Estados Unidos para mantener a Poroshenko.

ELEGIR ENTRE POROSHENKO O ZELENSKY ES COMO OPTAR ENTRE MACRON Y MACRON.
Si pierde, siempre pueden apuntar a que Poroshenko llegó al poder bajo el mandato de Obama, que Poroshenko apoyó a Clinton con información comprometida sobre Manafort y que Poroshenko participaba en la corrupción del país, que oficialmente han condenado la Casa Blanca y el Departamento de Estado.
En caso de victoria de Zelensky, pueden considerarle propiedad de Trump y una forma de resetear el poder en Ucrania de forma cómoda, deshaciéndose así de personas nombradas en el mandato de Obama (incluyendo la embajadora Yovanovitch) y hacerles cargar con los costes del golpe de Estado y sus consecuencias.
Una victoria de Zelensky también podría satisfacer a la Unión Europea, que ve a Poroshenko como un títere de Estados Unidos que acabó con títeres proeuropeos como Klitschko.
Así que en el equipo de Zelensky ya han empezado a aparecer personajes que estuvieron en las estructuras de poder tras el golpe de Estado; el propio Zelensky ha confirmado el camino de Ucrania a la EU, la OTAN y demás sinsentidos que hay que nombrar en los debates para confirmar la lealtad al trono. De lo contrario habrá una llamada de la embajada de Estados Unidos, o peor, directamente de Washington (como ocurrió con Timoshenko o Ajmetov).
Zelensky no tiene un equipo completo de promoción (algunas de las personas con las que está negociando solo son promesas), por lo que tendrá que llamar a políticos de la etapa Yanukovich o de la etapa posterior a 2014.
La alternativa es atraer a extranjeros, incluidos ciudadanos de Estados Unidos o la Unión Europea. Como norma, esas personas tendrán que estar vinculadas a alguna familia oligárquica favorable y no “ser neutrales”.
La principal diferencia entre Poroshenko y Zelensky es que, si gana Zelensky, se hará cargar a Poroshenko con la culpa de todos los males actuales (la corrupción, la impopularidad de la guerra, el saqueo de los créditos del FMI, etc.), pero todo lo demás permanecerá básicamente como está.
En realidad, solo hay que mirar al ejemplo de Georgia, donde, a pesar de la partida de Saakashvili, Georgia sigue yendo en la misma dirección, simplemente han desaparecido el testarudo más bocazas y las ansias de provocación militar.
Se culpó a Saakashvili de la guerra, la actividad militar en las fronteras con Abjasia y Osetia del Sur desaparecieron, se hizo cargar con el coste de la “revolución de las rosas” sobre los hombros de Misha e incluso se ha dado algún paso para la normalización de las relaciones con Rusia (en temas económicos).
Es posible imaginar un escenario similar en Ucrania: se puede culpar a Poroshenko de la guerra y el frente está congelado, pero eso no va a eliminar los deseos de federalización del Kremlin. Se puede culpar de la corrupción y el saqueo a Poroshenko, pero el “nuevo equipo” hará cosas parecidas aprovechando la “credibilidad nacional”.
En cualquier caso, Estados Unidos mantendrá el control (especialmente porque el dinero de Kolomoisky está en bancos occidentales) de la misma manera que controla Israel, que está irremediablemente unido a Estados Unidos. Las opciones de darle la vuelta a la tortilla cuando los oligarcas están atados al sistema financiero internacional tienden a cero.

LOS DOS CANDIDATOS UCRANIANOS SON EXACTAMENTE COMO SÁNCHEZ Y CASADO: PARECEN DIFERENTES PERO LES UNE EL SERVILISMO A WASHINGTON, AL FMI Y A LA OTAN. EN CUALQUIER CASO, UCRANIA SEGUIRÁ ARRUINADA